El contrato es un acto que tiene por objeto crear o modificar derechos y obligaciones.

En términos sencillos, los contratos nacen para satisfacer las necesidades de la gente como la compraventa, arrendamiento, permuta, comodato, mutuo, promesa de compraventa, cesión de derechos, sociedades civiles o comerciales, entre otros, o para garantizar obligaciones principales como la hipoteca o la prenda.

Por regla general, en nuestra vida cotidiana celebramos un gran número de contratos, aun cuando no se tenga conocimiento de las consecuencias jurídicas de ello, desde ir a comprar el pan al almacén,  pedirle a un hijo que pase a pagar la cuenta de la luz, prestarle a la vecina la escalera, hacer parar un taxi, entre otros.

Cada contrato tiene sus características, solemnidades y efectos que le son propios, genera obligaciones específicas. Obligaciones que pueden nacer para ambas partes en forma recíproca (compraventa, arrendamiento, sociedades, cesión de derechos) o para una sola de ellas (mutuo, comodato, hipoteca), que puede beneficiar a ambos contratantes o a uno de ellos; así como ciertas obligaciones que son de la naturaleza del contrato.

Mientras nuestro poder adquisitivo aumenta, también se acrecientan las necesidades y ello implica que las personas comiencen a celebrar contratos que crean obligaciones que son monetariamente más significativas, como la compraventa de un bien raíz, la que, por regla general, si se compra a través de un crédito hipotecario, va ligada también, a un mutuo y una hipoteca, celebrándose finalmente tres contratos.

Esa es la razón principal, por la cual, es necesario tomar los resguardos necesarios a fin de conocer las obligaciones implícitas a cada contrato de acuerdo a su naturaleza, que no necesariamente deben expresarse en el mismo, pero aun así obligan, en consecuencia, la asesoría letrada es recomendable en dichos casos.